En el año 1973, visitando en El Bolsón al Dr. Rodolfo Venzano, me mostró lo que para mí fue un gran descubrimiento, un yacimiento de turba en El Hoyo; para esa época sólo una región de chacras en un lugar de ensueño.
Curioso e intrigado, ya que la turba que se utilizaba en el país era totalmente importada, principalmente de Alemania, inicié las tareas de investigación y análisis del material y del yacimiento.
Realicé las primeras calicatas con una herramienta especial que nos facilitó un poblador de la zona.Los estudios del yacimiento indicaron lo parejo del material, que con alguna variación en sus características, mantiene parejas sus cualidades en toda su extensión.
Realizamos las primeras extracciones sobre una entrada al mallín, junto al antiguo almacén de Diógenes Delgado, y con la colaboración de su familia, que fueron de los primeros trabajadores, aún de manera informal.
Con 6 o 7 empleados realizamos caminos con tablas sobre el mallín, y a pala y con viejas carretillas de madera sacamos el primer viaje de turba que enviamos a Buenos Aires. La trasladamos en tren. Y hasta Bariloche, por aquellos caminos de ripio, llegamos en el viejo camión de Raúl Muñoz, vecino de Mallín Ahogado, en el Bolsón. Y al Bolsón teníamos que recurrir para la mayoría de los servicios.
Analizada la turba en el Ministerio de Industria de la Nación, tuvimos el resultado de la excelencia de su calidad, y fueron sus mismos funcionarios los que más nos entusiasmaron para la explotación industrial del yacimiento.
Recibimos también apoyo de personal del CFI, en lo técnico y en el conocimiento del material que teníamos, pero no encontramos nada sobre la explotación de la turbera, ya que por sus características era muy distinta a las explotaciones existentes en el mundo.
En consecuencia, todo lo que se realizó fue experimentando e improvisando, probando y equivocándonos, hasta comenzar lo que luego fuera la empresa de explotación de turba.